La oposición reaccionaria y su dificultosa relación con el tiempo
Por: Germán Castro
Inicio con una obviedad: la
pura existencia de la reacción opositora comprueba que estamos viviendo tiempos
de cambio. Uno podrá estar o no de acuerdo con el rumbo que está tomando el
país, pero el viraje es palmario, el cambio es incuestionable. Si no fuera así,
quienes antes de diciembre de 2018 estaban tan cómodos no estarían furibundos
reclamando ahora.
La reacción tiene una relación
dificultosa con el pasado: por definición, su meta es la vuelta al régimen
anterior, es decir, al que quedó en el pasado. El problema, su problema, es que
se trata de un pasado indefendible, evidentemente indeseable, imposible de
vender como destino deseable. ¿Qué han hecho entonces? Consciente o
inconscientemente se han dedicado a construir un pasado idílico, fabuloso, ilusorio…
Así que ahora resulta que los reaccionarios experimentan una nostalgia por un
pasado que jamás existió. Quieren convencernos de volver a un México que jamás
fue.
La reacción tiene una relación
dificultosa con el futuro: primero porque en su futuro ideal está el pasado,
claro, y segundo porque dado que en el presente no hay elementos para convencer
a nadie de que las cosas estaban mejor antes, lo único que queda es vivir
tocando las trompetas del Apocalipsis. Por eso llevan casi tres años
prediciendo un montón de hecatombes que desgraciadamente, para ellos, no se
concretan. Quieren convencernos de que el porvenir nos cobrará haber cambiado
las cosas.
Finalmente, la reacción tiene
una relación dificultosa con el presente: no lo entiende, no le gusta y lo
percibe como una traición: ¿cómo es posible que el transcurrir de los hechos no
les diera la razón? Desde ahí, imposible no estar todo el santo día enojados,
espetando diatribas y denuestos. Quieren convencernos de que si nos gusta el
presente o no nos disgusta tanto como a ellos es o porque no sabemos percibirlo
correctamente o porque somos unos tarados.
Con información de Germán
Castro en A Lomo de palabra