Andrés Manuel López Obrador

OPINIÓN

Andrés Manuel López Obrador

Andrés Manuel López ObradorZMG /Martes, 3 de septiembre del 2024




                      Mtro. Juan Luis H. González Silva 

Andrés Manuel López Obrador –el líder opositor más importante de nuestro país en las décadas más recientes– logró llegar al poder en 2018 después de dos intentos fallidos y está a punto de concluir su mandato como presidente de la república en medio de un clima de tensión y polarización a propósito de la reforma al Poder Judicial y la desaparición de algunos organismos autónomos, o sea, un día como cualquier otro en este sexenio. 

Ave de tempestades y líder carismático como pocos, con la cancelación del aeropuerto de Texcoco en enero del 2019, López Obrador dejó ver cuál sería la lógica política que prevalecería durante su mandato: poco diálogo con la oposición y con un sector de los empresarios e industriales del país; imposición, a rajatabla, de sus principales proyectos y un aparato de comunicación sustentado –de manera estratégica– en su figura. 

La fórmula parecía simple, pero insostenible para seis años; sin embargo, López Obrador siempre se hizo acompañar de un elemento imprescindible para todo gobernante y régimen: legitimidad. La aprobación ciudadana de su gobierno y de su proyecto político-partidista hicieron posible que aguantara toda la ruta… y de qué forma. 

Enfrente, la mayor parte de comentaristas, opinadores, periodistas y académicos del país –al unísono con los partidos de oposición– han tenido, un día sí y otro también, una lectura apocalíptica del actual régimen, sustentando su visión en el “deterioro de nuestra vida institucional”, en la inseguridad que no dejó de azotar a municipios y estados, en la ineficacia de nuestro sistema de salud y en los riesgos que aún corremos de convertirnos en un régimen autoritario. Entre otras.  

Así, a lo largo de estos seis años, han existido dos países: el que presume el presidente todas las mañanas y el que han dibujado las plumas y los medios más críticos, que se parece más a un infierno que ha sobrevivido entre llamaradas y caos con un gobierno indolente e ineficaz y con un presidente (casi dictador) que vive ensimismado en su palacio y que nos cumplió la promesa de mandar al diablo a las instituciones.

Sin embargo, en este México destrozado, atemorizado y sin rumbo, el aprendiz de dictador saldrá con una aprobación ciudadana de entre el 70 y el 76 por ciento, a un mes de dejar el cargo de acuerdo con las encuestadoras Enkoll y De Las Heras, cerrando con los mejores números para un presidente electo democráticamente. 

¿Por qué? ¿Por qué la mayoría de las y los mexicanos no ven el país que la oposición y los adversarios intelectuales del actual régimen se empeñan en demostrar? ¿Por qué a pesar de las advertencias, la gente votó de forma tan abrumadora por Claudia Sheinbaum? ¿Por qué son tan distantes e irreconciliables las opiniones favorables a López Obrador de las que no lo son? Las respuestas quedan ahí y trascenderán este sexenio. 

Lo que sí han sostenido voces de un lado y de otro es que los resultados de la elección del pasado 2 de junio y los números registrados en los estudios de opinión se deben, principalmente, a los apoyos económicos que llegan directamente a los hogares a través de los programas sociales, al aumento del salario mínimo y al modelo de comunicación que tiene en las “mañaneras” su eje articulador. Sin embargo, el punto de quiebre radica en las interpretaciones que se les da a estas acciones. 

Para algunos –me incluyo–, la obsesión de López Obrador por abatir la brutal desigualdad, la pobreza y la marginación que prevalecía y prevalece en el país tiene que ver con un asunto de justicia social y de moral pública. Para otros, hacer llegar dinero a los más desprotegidos es como tirar dinero a la basura, porque no se incentiva el mercado y porque esto traerá una seria crisis a las finanzas públicas del país en un futuro no muy lejano. 

El presidente cierra su sexenio como llegó, señalando a los mismos de siempre, con una popularidad intacta, beneficiando a un porcentaje importante de la población más vulnerable del país, imaginándose como un héroe nacional y dejando pendientes importantes a su sucesora. Más nos vale como país que en el futuro sexenal dejemos las versiones maniqueas del paraíso y el infierno y nos avoquemos a vivir la realidad del país con sensatez y argumentos, más allá de los grandes aciertos y yerros de Andrés Manuel López Obrador.