El juego de la sucesión: AMLO y Alfaro

OPINIÓN

El juego de la sucesión: AMLO y Alfaro

El juego de la sucesión: AMLO y Alfaro ZMG /Martes, 31 de octubre del 2023




                    Mtro. Juan Luis H. González S. 

 

Con sus matices, la mente de todos los gobernantes y políticos funciona casi siempre de la misma manera. La ruta es más o menos la siguiente: llegar al poder, ejercerlo, imponer e intentar materializar sus ideas y proyectos, y, cuando se acerca el final de su gestión, hacer el cálculo de los futuros escenarios. En esa etapa, el poder del gobierno en turno va cediendo su lugar a la sucesión, que en determinado momento significa todo (o casi todo).

 

Cuando gobiernan, las y los políticos están obligados a decidir sobre unas políticas públicas u otras, sobre el equipo que los va a acompañar durante su gestión y sobre el tipo de personaje que van a encarnar. Después viene el tramo más complicado, en el que deben hacer lo posible por hacer perdurar su legado y cuidar el año siete y los que le siguen y, para ello, deben optar por una persona que cargará a cuestas la sucesión. De esta última decisión depende su futuro, el de su proyecto y el de las personas que lo integran. Por eso, definir al candidato o candidata es una tarea en extremo ardua y compleja. 

 

Andrés Manuel López Obrador eligió a Claudia Sheinbaum como la abanderada de su proyecto político con miras a la elección de 2024 por dos razones sustanciales: (1) es la que más lealtad le garantiza y (2) es la más rentable electoralmente. Y ojo, nadie se engaña. Está más que comprobado que la política es el universo de lo posible en el que cualquier cosa puede ocurrir; sin embargo, ante la obligación de definir una carta, López Obrador jugó con el manual en la mano. Eligió a la más cercana, que además traía los mejores números.

 

En el caso de Jalisco, con el registro de ayer de Pablo Lemus como candidato único de Movimiento Ciudadano a la gubernatura de Jalisco, Enrique Alfaro, asumiendo que buena parte de la decisión recayó en él, parece que privilegió sólo una de estas condiciones: el rédito electoral, sacrificando la lealtad política. 

 

 

 

 

La vida pública es mala para guardar secretos. La historia de los personajes cuenta y habla por sí misma. A lo largo de los últimos años, el alcalde de Guadalajara se ha dedicado a construir su propio proyecto político al amparo, pero también al margen del alfarismo, lo que sin lugar a duda y una vez conocidos los resultados, ha sido un acierto, considerando sus propios intereses y los de su grupo. 

 

Considerando estas referencias es evidente que, más temprano que tarde, Lemus, en caso de ganar la gubernatura de Jalisco, iniciará un proceso de depuración no sólo de las estructuras del gobierno estatal sino del propio partido. Tal como lo hizo el propio Alfaro en estos últimos cinco años. 

 

En Jalisco, como en casi todo el país, quien detenta el poder desde el ejecutivo estatal tiene los instrumentos, la capacidad y el presupuesto para ejercer control sobre instituciones públicas, organizaciones, medios de comunicación y cámaras industriales y empresariales. El presupuesto público es un factor determinante, pone y quita. Por encima de los gobernadores, muy pocas cosas. 

 

Intentar contener a Lemus con diques desde los municipios, el senado de la república, la cámara de diputados y el congreso local será muy complicado. Alfaro ha sido muy efectivo para contrarrestar la fuerza de otros factores de poder en el estado durante su mandato. Metió las manos en el poder judicial y ganó, se acuerpó con los empresarios, controló a los partidos de oposición y a sus principales “liderazgos” y le ganó a las vencidas a Raúl Padilla. 

 

Así las cosas, es lógico pensar que nada impedirá a Pablo Lemus hacer lo mismo. Tiene el perfil y los incentivos para ello. Lemus va por todas las canicas y, si gana la elección —cosa que no está nada sencilla—, llegando al poder jugará para él y sólo para él, aún y cuando en campaña sume a todas y todos los actores del emecismo.