La alicaída oposición en México no ve la salida. Ahora, el turno fue para Javier Corral, gobernador panista de Chihuahua, quien parecía ser una figura fuerte una vez concluida la elección del 2018. Sin embargo, desde el arranque de su errática administración su apoyo y aprobación han caído estrepitosamente por la falta de resultados, una actitud lejana de la ciudadanía y un origen incierto de sus bienes materiales.
Una nota en el Diario de Juárez, aparecida el día de ayer, se señala al gobernador de aquel estado, Javier Corral Jurado, de ampliar una de sus propiedades en Ciudad Juárez “adueñándose” de un terreno cuya información en el Registro Público de la Propiedad lo marcan como embargado por decenas de millones de pesos.
Una amplia investigación periodística llevada a cabo durante meses por El Diario de Juárez ha encontrado múltiples irregularidades en esa autoadjudicación comprobada en imágenes pero sin testimonio de legalidad. Las autoridades del estado, incluido el propio Corral han callado ante los testimonios que han surgido en medios impresos y que se han divulgado rapidamente por redes sociales.
Dicho inmueble formaría parte ahora de las propiedades acumuladas por Corral a lo largo de casi dos décadas como “servidor público”. Ha sido diputado, senador y ahora gobernador.
Parece que los líderes de la oposición, incluidos los gobernadores críticos con el presidente López Obrador, son ídolos con pies de barro. Señalan, cuestionan, critican y atacan sin reservas al nuevo régimen impulsado por el presidente pero cuando son investigados o se evalúan sus resultados como autoridades estatales, salen perdiendo.
Javier Corral, junto con “El Bronco” y Enrique Alfaro de Jalisco, se perfilaban como un importante frente de contención para el gobierno federal, un espacio de equilibrio frente a las decisiones de López Obrador, sin embargo, los gobernadores de Chihuahua y Jalisco, en particular, han perdido su capital político en un breve periodo, padeciendo una falta de legitimidad que los anula no solo como gobernadores sino como contrapesos al presidente.
Corral ahora es presa de su pasado, de sus decisiones y de su propia historia; una especie de karma que persigue a los políticos que tienen la lengua larga pero también la cola.