Acusan a Zara de plagio en diseños de creadores indígenas; piden retribuya a comunidades
Redacción
El Gobierno mexicano continúa
con su cruzada en defensa de los derechos de propiedad intelectual de las
comunidades indígenas. Louis Vuitton, Carolina Herrera o la diseñadora francesa
Isabel Marant ya han estado en el centro de la diana con acusaciones de plagio
y expolio cultural a las comunidades. Ahora el dedo señala a Zara, a quien la
Secretaría (Ministerio) de Cultura mexicano envió la semana pasada una carta
con motivo de un vestido de su última colección al estilo de los huipiles
bordados a mano por las artesanos indígenas mexicanos. La carta reclama a la
multinacional española que explique públicamente “con qué fundamentos se
privatiza una propiedad colectiva”, cuyo origen “está identificado en diversas
comunidades oaxaqueñas”, así como “los beneficios que serán retribuidos a las
comunidades creadoras”.
La reclamación de México, que
además de Inditex también ha enviado esta semana cartas similares a las
estadounidenses Anthropologie y Patowl, identifica incluso el origen concreto
del supuesto plagio: los patrones de la cultura mixteca del municipio de San
Juan Colorado, en el Estado occidental de Oaxaca, uno de los territorios con
mayor población indígena y una fuerte tradición artesana que, en muchas casos,
se convierte en la única salida económica que existe en las comunidades.
Los huipiles, en concreto, son
tejidos a mano en un telar de cintura y su elaboración puede tardar más de un
mes. En el caso del vestido de Zara denunciado, México reclama que se usan
espureamente símbolos relacionados con el centro del universo, agua o veredas,
“símbolos que se han transmitido e generación en generación y se conservan la
memoria de los pueblos mixtecos”.
“Se trata ?añade la carta? de
un principio de consideración ética que, local y globalmente, obliga a llamar
la atención y discutir un tema impostergable como es el proteger los derechos
de los pueblos originarios que históricamente han sido invisibilizados”. El
texto cita también toda la batería de convenios y textos jurídicos
internacionales, desde la ONU a la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), que reconocen de algún modo la autoría y la protección del trabajo
artesanal de los pueblos indígenas. Un terreno legal peliagudo sobre todo por
la complejidad que implica la autoría colectiva y sus derivadas a la hora de
demandar o establecer una compensación por el daño.

El Gobierno de Andrés Manuel
López Obrador ha abrazado, en todo caso, la causa como parte de su política
volcada a la batalla de símbolos. Hace apenas un mes, el Congreso aprobó una
reforma a la Ley del Derecho de Autor, que reconoce a las obras de los pueblos
y comunidades indígenas como “objeto de protección de derechos de propiedad intelectual”.
A falta de su aprobación definitiva en el senado, juristas y expertos ya han
adelantado que pese a la buena intención de la norma, será muy probable que
resulte insuficiente.

No es la primera ocasión que
México vive una polémica por la utilización de diseños de pueblos indígenas en
colecciones de moda. Hace dos años, Cultura también envió una carta parecida a
Carolina Herrera. El motivo de la discordia fue en este caso los diseños de
unos sarapes que, según México, plagiaban un bordado proveniente de la
comunidad de Tenango de Doria (Hidalgo). En 2015, una túnica y una blusa de la
francesa Isabel Marant generaron muchas críticas en las redes sociales. Los
diseños de las prendas bebían de los utilizados por mujeres mixes del poblado
de Santa María Tlahuitoltepec, en la zona serrana de Oaxaca.
Zara también había sido
acusada de plagio con anterioridad por el uso de diseños artesanales mexicanos.
El más reciente fue en 2018, cuando por las redes sociales empezó a correr la
acusación de que una de las chaquetas mostraba un dibujo similar a un bordado
usado por las mujeres de Aguacatenango, en el municipio de Venustiano Carranza,
Chiapas.
Con información de El País