En la opinión de Elí González
@calacuayoMX
Como ciudadano común, lleno de problemas cotidianos, como la mayoría de los mexicanos, me da una flojera los problemas internos de los Partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática.
Por mí, que se auto destruyan los distintos grupos políticos que ahí militan. Sin embargo, como ciudadano convencido en la democracia liberal, me preocupa mucho que esos partidos políticos y corrientes de distintos grupos sigan atacando a la ciudadanía, dejando al país sin una oposición política real y digna.
Por ejemplo: el PAN, considero que era el partido con más probabilidad de sobrevivir para ganar algunas diputaciones en el 2021, pero prefirieron pelearse. Felipe Calderón con su movimiento solo logrará desaparecer a Acción Nacional y su embrion no nacerá.
El PAN, igual que las otras fuerzas políticas, acabaron orbitando alrededor del ganador de las elecciones de 2018. El único partido que pudo convertirse en una oposición auténtica fue Acción Nacional y se lo están acabando por la falta de estrategias o estrategias que rayan en la estupidez.
Por ejemplo, los directores, Perfectos ineptos, invitan a Fox, un imbecil. Y todos los militantes, atacando a los que podrían ser su esperanza. (La ciudadanía)
Primero, por sus convicciones históricas. El PAN fue un partido en el que ideológicamente convivían un ala liberal y una católica-conservadora. Había un auténtico debate democrático entre los dos grandes grupos en la disputa partidista. Esto, por desgracia, se fue diluyendo cuando los panistas llegaron al poder. El oportunismo político sustituyó las convicciones ideológicas.
En las elecciones de 2018, esta tendencia se tradujo en una disolución total de sus ideas al aliarse con dos partidos ideológicamente muy diferentes como eran el PRD y Movimiento Ciudadano.
No obstante, algo quedaba, todavía, de la vieja doctrina panista entre sus miembros. Una ideología que es la que más contrastaba con la del hoy presidente López Obrador, sobre todo la del ala liberal.
En segundo lugar, el PAN todavía conservaba algo de poder. Disminuidos, pero pudieron ser la segunda fuerza política digna en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Prefirieron atacar a las mayorías con insultos, y aunque hoy sean una lejana y disminuida segunda fuerza. Son indignos de ese puesto.
Tenían las condiciones para convertirse en la principal fuerza opositora del país, pero inconscientemente buscaron la autodestrucción.
Están muy divididos. No es nuevo. Las peleas comenzaron desde el sexenio de Felipe Calderón. El entonces Presidente, en lugar de convertirse en factor de unidad partidista, agudizó las divisiones. Divisiones que se profundizaron aún más después de la dolorosa derrota electoral de 2012, cuando quedaron en un lejano tercer lugar.
Las peleas continuaron bajo el liderazgo de Gustavo Madero, enfrentado a muerte con el grupo calderonista. Madero, luego, le heredó el poder a Ricardo Anaya, quien, ya como dirigente nacional, tuvo un solo objetivo: agandallarse la candidatura presidencial del partido. Esto ahondó más las divisiones al punto de que varios panistas abandonaron el partido, incluyendo a Margarita Zavala.
En las elecciones presidenciales, Anaya quedó en segundo lugar, pero ridículamente a casi 31 puntos de distancia del ahora presidente López Obrador. A todas luces, un desastre.
Pero el grupo anayista, en lugar de asumir la responsabilidad de la terrible derrota, quiso mantener el poder dentro del partido. Lo vimos cuando el entonces líder del PAN, Damián Zepeda, número dos de Anaya, hizo una maniobra política para autonombrarse como líder de la bancada de los senadores panistas.
Penoso, como ciudadano, ver este tipo de politiquerías desde fuera. ¡Allá ellos!. Sin embargo, aquí el asunto es que el país necesita una oposición partidista para enfrentar al gobierno de manera propositiva e inteligente.
Ante un gobierno que tiene mucho poder, ese que le dieron los electores en las urnas.
Acción Nacional siendo la mejor carta para convertirse en dicha oposición, no lograron ni lograrán trascender si no cambian la estrategia. No lograrán salir triunfantes en 2021 porque sus estrategias infantiles rayan en la locura.
Anaya, Zepeda, Marko, los gobernadores, los nuevos senadores y diputados, todos los panistas debieran comenzar la labor de ser la oposición que requiere este país: zanjar sus diferencias, ponerse de acuerdo, comportarse como políticos profesionales, para bien de ellos y del país.
Dejar las niñerías, controlar a sus seguidores para que paren ya con el ataque y empiecen una reconciliación con la ciudadanía a la que a diario ofenden.
Ojalá así lo hagan porque, de lo contrario, si continúan por el mismo sendero, su tragedia se convertirá en una tragedia democrática que nos afectará a todos.
Lo que está en juego es mucho: la posibilidad de regresar a un régimen de partido único. Aunque en esta ocasión con una legitimidad muy bien ganada en las urnas.