No hay palabras ni expresiones que sean capaces de describir la brutalidad con la que Erick Francisco “N” mató y destrozó el cuerpo de su pareja, Ingrid Escamilla de 25 años, en la delegación Gustavo A. Madero de la capital del país. El día de ayer, millones de usuarios de las redes sociales en México se unieron para pedir un castigo ejemplar para el asesino confeso.
La indignación se apoderó del ecosistema digital de la capital. La escena parecía salida de una historia de terror. El ingeniero civil de 46 años, mató a su novia con un cuchillo, se lo enterró en el cuello y después le sacó las vísceras para tirarlas por la coladera y comenzó a desollar el cuerpo, todo esto frente a su hijo autista y adolescente. El móvil: los celos.
El relato es perturbador, pero es también una nueva llamada de atención para todos, para los hombres de este país, para los vecinos, las comunidades, las familias y las autoridades de todos los niveles de gobierno. Para los jueces corruptos que liberan asesinos y feminicidas a cambio de dinero.
La impotencia, la frustración, el horror y la desesperación que encierra este caso, es el lugar común de muchas mujeres en este país. La sociedad mexicana aún no aprende de estas abominables lecciones, insiste en mantenerse indiferente ante los gritos de desesperación de millones de mujeres que a diario son golpeadas, sometidas, vejadas, violadas y asesinadas.
Seguimos sin entender que los feminicidios deben estar en el centro de nuestra conciencia colectiva, seguimos sin aceptar la magnitud del problema y la importancia de actuar y tomar decisiones que nos ayuden a inhibir este tipo de actos.
Los gobiernos deben elevar las penas para los feminicidas, hacer más expeditos los procesos y los juicios, castigar de forma ejemplar a los ministerios públicos y jueces corruptos, concientizar a la ciudadanía y hacer visible, con todos los instrumentos que tenga a su alcance, esta macabra realidad.
Después de Ingrid es claro que estamos fallando como sociedad. Los vecinos escucharon gritos, pero no intervinieron, el miedo y la apatía también mataron a la joven madre, en su casa, en manos de su pareja. Una mujer no puede morir así, entre la indiferencia y el machismo de una sociedad que vive anclada en el pasado y en la oscuridad.
Por Redacción Gurú Político.