A lo mejor era por la sencillez que sólo tienen monstruos como Sergio Pitol y Teodoro Cano, y que mostraban cuando caminaban por las calles de Xalapa como cualquier mortal más en la capital de Veracruz, que no necesitan que se les reconozca su magnanimidad.
En verdad que era un privilegio verlos a ambos en el centro de Xalapa simplemente caminando (en el caso de Pitol) o sentado en una banca del Parque Juárez para contemplar la vida (en el caso de Teodoro).
Dos ilustres: un escritor Premio Cervantes y autor de libros que son materia de estudio obligada para la literatura en español; el otro un artista plástico referente de la cultura totonaca en el mundo, quien hizo de Papantla una ciudad galería con sus obras escultóricas, así como en diversos edificios donde dejó muestra de su obra.
Curiosamente ambos vivían por el mismo rumbo, en la capital veracruzana. Ambos fallecieron en tiempos donde la Cuarta Transformación llegó al poder, lo que haría pensar que tendrían sendos homenajes a la altura de estos personajes… pero no. Especialmente en el caso de Pitol, que siempre fue uno de los simpatizantes y promotores del voto de Andrés Manuel López Obrador
Quien sabe qué pasó, pero al parecer en el Palacio de Gobierno están más enfrascados en peleas estériles, en romperse el vestido con el Winckler o en lamerle los testículos a López Obrador, que se les olvida recordar a ilustres veracruzanos o ni siquiera tienen la idea de convocar a eventos solemnes para recordar a personajes históricos de la talla de Pitol o Don Teodoro.
Por ejemplo, este 12 de abril fue el aniversario luctuoso del escritor poblano, pero veracruzano por adopción, pero nadie se acordó… Y eso que la izquierda siempre mamaseó con que eran algo así como la autoridad moral en las cuestiones culturales.
Pues no fue así: artistas de cine como Diego Luna o Gael García Bernal incluso se han quejado del recorte que ha habido a la cultura. Ya ni se diga de las ridiculeces de la primera dama lanzando discos de música, lo que recuerdan a regímenes de personajes mentalmente no aptos como el ex presidente de Ecuador, Abdalá Bucaram.
Una lástima, porque precisamente la cultura es la que puede ayudar a recomponer el tejido social tan roto y contaminado por el narco y el reguetón.
Y Veracruz es más que eso, afortunadamente. El cartel artístico de la reciente Cumbre Tajín, por ejemplo, dio muestras de que existen grupos musicales que merecen la mayor promoción como Mono Blanco, Los Sonex, Los Aguas-Aguas o Los Cojolites.
Por ejemplo, el único reconocimiento público en el Teatro del Estado fue a la crotalista Sonia Amelio, que más bien parece ser de los artistas preferidos de la familia García Jiménez, pero lejos, muy lejos, de la popularidad entre los veracruzanos y de un arte que sí dejó huella en la entidad.
Cabe mencionar también que un artista plástico abandonado a su suerte es Francisco Galí, autor de los populares graffitis de jarochos que todavía se aprecian en muchas partes del puerto de Veracruz. Una doble moral de la Cuarta Transformación.
Mientras, al maestro Teodoro Cano ni siquiera le han anunciado un magno evento para agradecerle por su obra y hacerle honor a su memoria.
Por cierto, este martes hubo homenajes a otros veracruzanos históricos: el ex secretario de Educación y ex alcalde de Xalapa, Guillermo Zúñiga, y el ex gobernador Agustín Acosta Lagunes, uno de los mejores que ha tenido Veracruz… Pero ni un pedito les dedicaron desde el Gobierno de Veracruz.
No se extrañe que más adelante fallezcan ilustres veracruzanos (nativos o adoptados) a los cuales no se les reconozca su legado. Como van las cosas en este gobierno tan indolente, con un gobernador que ni siquiera su gente cercana le hizo segunda al reconocimiento público (y ridículo) que le hizo López Obrador, algunos, los pocos veracruzanos distinguidos, están condenados al olvido.