Tampoco me gustó que ciertas crápulas en Latinoamérica se hayan ostentado como los portavoces de Julian Assange, sin serlo.
Luego, las filtraciones de WikiLeaks fueron tomando una enorme seriedad que cautivaron a los buscadores de la verdad perdida.
Lo expuesto por WikiLeaks sobre los terroríficos operativos del Pentágono en Irak y en Afganistán eran mas que suficientes para colocarlo en el primer sitial de la información creíble en la etapa aciaga de la "postverdad" que padece el mundo "occidental (whatever that means)" como reconoció la influyente Conferencia de Seguridad de Múnich de 2017 que ya no sabe reconocer la verdad de la mentira en su falaz propaganda para avanzar su agenda bélica contra Rusia y China.
A mi juicio, WikiLeaks llegó a su acmé durante la elección presidencial de EEUU cuando exhibió todo el envilecimiento del equipo de Hillary Clinton. Este simple hecho de valentía sin igual le debe valer el indulto al australiano Julian Assange con todo y la carga de pecados capitales que le aplicará la inquisitorial National Security Agency.
De cierta manera, las filtraciones selectivas de WikiLeaks, que algún día sabremos si fueron genuinamente espontáneas o teledirigidamente selectivas, benefició la campaña de Donald Trump, quien con la mano en la cintura hoy se ha lavado las manos del candente caso.
Cabe señalar que siendo candidato, el ingrato Trump festejó los hallazgos de WikiLeaks y la exposición de las abyecciones de John Podesta, que no pocos vinculan con un circuito de pedofilia cupular.
En vísperas de las elecciones de hace dos años expuse los "bombazos de Assange" que mancillaron las reputaciones del hipócrita Olimpo político de EEUU: "los tóxicos correos Podesta que publica WikiLeaks, no han sido tan determinantes como el FBI-gate para socavar la declinante campaña de Hillary y en la que emerge toda la corrupción pecuniaria de la pestilente Fundación Clinton con países, individuos y trasnacionales. Assange niega categóricamente la histeria neomacartista de que Rusia es responsable del hackeo".
Por cierto, el anterior "embajador" de México ante EEUU, Arturo Sarukhan Casamitjana catalogado como un vulgar "empleado" de EEUU— sin el menor rubor acabó siendo subordinado en una empresa de los hermanos Podesta (implicados en dudosos escándalos sicalípticos), lo cual exhibe el entreguismo absoluto del Gobierno del apátrida expresidente Calderón para regalar el petróleo de México a EEUU.
WikiLeaks reveló la dependencia de México de EEUU https://t.co/bdTJqmpjOF
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 12 de abril de 2019
Latinoamérica vive uno de sus momentos más aciagos cuando parece refocilarse en su abismo entreguista tanto ante el monroísmo (¡de hace 196 años!) como al neomilitarismo de Trump y su "evangelismo sionista".
Tanto la postura supina de la entelequia llamada Grupo de Lima, en el caso de Venezuela para avalar la captura del petróleo de EEUU, como el innoble traspaso de Assange por el pusilánime presidente ecuatoriano Lenín Moreno serán recordados como las notas fúnebres de Latinoamérica a inicios del siglo XXI.
Lamentablemente, hoy Latinoamérica vive sus "tiempos de traiciones y canallas".
Está en juego un único trilema cibernético de carácter axiológico a inicios del siglo XXI sobre tres conceptos nodales que chocan entre sí: 1 la sacrosanta libertad de expresión, que hace posible la democracia y el restante de las libertades individuales; 2 el masivo espionaje clandestino de la intimidad ciudadana por la National Security Agency; y 3 el hackeo de datos públicos, en este caso del Departamento de Estado que tiene como objetivo perpetuar las guerras, sumados del otro hackeo a una candidata presidencial, lo cual también se presta a intensa polémica.
Con información de Sputnik Mundo.