Por Ramiro Padilla Atondo* Cuenta la leyenda que antes del primero de diciembre del 2018, el país vivía con números de violencia y desarrollo económico muy parecidos a Europa del norte, que nada teníamos que envidiarles a los noruegos o suecos.
Claro que esta percepción era real en cierta medida.
Sobre todo si vivías de los contratos del gobierno y la violencia era un asunto nebuloso, lejano, del cual te enterabas por el teléfono o una pantalla de televisión.
Vamos, México es un país tan extenso que no podríamos clasificarlo como uno del tercer mundo, sino como un país donde coexisten el municipio más rico de Latinoamérica, más rico aún que muchas partes de Estados Unidos, y municipios con una pobreza equivalente al África subsahariana.
Un país profundamente desigual.
Pero, ellos, los ahora insatisfechos, estaban acostumbrados a ese mundo idílico de las cifras de los egresados de las universidades norteamericanas, con sueldos muchas veces superiores a los de sus contrapartes en los países del primer mundo.
Entonces y para su desencanto, llegó la chusma con una aplastante mayoría. El status quo era corrupto, pero era su status quo suyo de ellos en el que habían vivido sin sobresaltos las últimas décadas. Vamos, la corrupción era normal porque el sistema no era corrupto sino la corrupción era el sistema.
Y no los culpo.
Son privilegiados que sienten que pierden una parcela de poder que quizá nunca recuperen. El verdadero factor disonante entonces son aquellos que sin ligas con el poder y sin ninguna posibilidad de inferir en el, se rasgan ahora las vestiduras, pobres de derecha que se convierten en profetas de un desastre del que al menos por lo pronto no hay señales.
Y aquí es donde hay que reconocer al buen Salinas de Gortari el excelente trabajo hecho. La venta de la utopía de un primer mundo que solo existe en sus cabezas.
Porque como se ha repetido hasta la saciedad, el producto más acabado del neoliberalismo es el pobre de derecha, atrapado en un discurso en el que los males siempre vendrán a futuro, y todo pasado por desastroso que haya sido es preferible, sobre todo a la incertidumbre de los privilegios de algunos.
El opositor de derecha semeja ahora a un enano gritón, incapaz de ver más allá de lo que su corta estatura moral le dicta, atrapado en el histrionismo de algunas cifras distorsionadas que le sirven para gritar el viejo cuento de pedro y el lobo, ignorando que este devoró a las ovejas hace tiempo.
Y que las que quedan son pequeñas y habrá que tener paciencia para que crezcan en un mundo diferente.
Tendrán que acostumbrarse a la gritería de esos enanos, traicionados por su propia miopía, relegados al simple papel de comparsas, mientras los verdaderos dueños del dinero pasean por europa o la quinta avenida pensando en sus próximos contratos millonarios, dejando que otros se ensucien por ellos.
*Ramiro Padilla Atondo- Escritor nacido en Ensenada