Desde hace más de una década, a decir de Limas, los participantes en el mercado internacional del petróleo empezaron a concentrar reservas y a construir instalaciones nuevas de almacenamiento de crudo, lo que terminaría debilitando la capacidad de fijar precios para la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Además, dicho uso de los inventarios se empalmó con un mercado altamente especulativo, que es el de los contratos futuros. De esta manera, la mayoría del petróleo que se comercia no abarca barriles reales, sino barriles “de papel” o “imaginarios”.
Por lo tanto, el desplome del crudo estadounidense, denominado West Texas Intermediate (WTI), no representa estrictamente que el precio del petróleo sea negativo, sino que el de los contratos futuros es el que ha colapsado. Acorde con el economista, esto es fundamental para entender por qué México no debe abandonar su proyecto petrolero.
Uno de los proyectos prioritarios del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es la construcción de una nueva refinería en el Puerto de Dos Bocas, Tabasco, la cual tendrá una capacidad de 340 mil barriles de petróleo por día.
A pesar de las críticas de la oposición, que ha intentado calificar el proyecto como un “derroche” inútil ante la caída de los precios del petróleo, el doctor en economía por la Universidad Libre de Berlín, Erick Limas, afirmó que “el proyecto Dos Bocas y la rehabilitación de las seis refinerías son ahora más estratégicos que nunca”.
Sus aseveraciones se basan en el análisis y seguimiento que ha hecho sobre la situación del mercado petrolero internacional, incluso antes de la crisis de coronavirus.
“Los grandes perdedores no serán las petroleras, sino los bancos detrás del mercado de futuros. En este contexto México ha jugado bien sus cartas”, subrayó.
Otra de las acciones clave de la administración obradorista, que complementan la importancia de la nueva refinería, según ha destacado el especialista, fue la negociación de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, con la OPEP, donde gracias al respaldo de coberturas petroleras que tiene México —una especie de “póliza de seguro” que protege un precio predeterminado del petróleo nacional— se logró sostener una posición firme y estratégica, la cual le costó, primero las críticas de opositores, y después los elogios de la opinión pública nacional e internacional.
“Luchó como una leona por sus intereses nacionales”, describió en su momento el periodista iraní y analista especializado en petróleo y gas, Reza Zandi, reconociendo a México por la victoria diplomática que obtuvo ante las presiones en la reunión de la OPEP.
¿Cuál fue el resultado? La OPEP terminó aceptando la propuesta mexicana de recortar solo 100 mil barriles, mucho menos de los 400 mil que se le habían pedido al principio; es decir, que mientras los demás países disminuyeron su producción en un 23 por ciento, México lo hizo solo en 6 por ciento.
Cabe mencionar que ahora la compañía petrolera más grande de China se plantea la opción de copiar el “as bajo la manga” del sector energético mexicano: las coberturas petroleras.
“Cuando en la función de beneficios de Pemex se incluye el componente de coberturas, se observa que es completamente racional mantener la producción a su nivel actual y con los precios actuales de mercado”, explicó Limas.
Pero incluso ese pequeño recorte fue un acto de “buena voluntad” por parte de nuestro país, apuntó el economista, pues “México estaría mucho mejor sin los recortes y no por un tema de free rider, como algunos lo han señalado, sino porque tiene cubierta su producción. Sería free rider si no tuviera la cobertura y estuviera aprovechándose del alza al precio por el recorte de los otros. México es de los pocos países que compran coberturas para su producción. Si el resto no se cubre, es problema de ellos, no están vendiendo canicas”.
En concordancia con todo lo anterior, México atraviesa un cambio radical de paradigma en cuanto a su política energética, consolidando una nueva postura de soberanía, que no se había visto hace mucho tiempo.
El abandono de la industria estatal de petrolíferos en el país es algo que se volvió sistemático desde hace décadas. La primera refinería del país se construyó en 1914, en Madero, Tamaulipas; las siguientes dos, en los años 50: en Salamanca, Guanajuato y Minatitlán, Veracruz, respectivamente. Y por último, las de Salina Cruz, Oaxaca; Cadereyta, Nuevo León y Tula de Allende, Hidalgo, iniciaron operaciones a finales de los 70.
Veinte años después de que arrancaran los trabajos en estas últimas tres refinerías, se registró, por primera vez, que la producción nacional no cubrió la demanda interna de combustibles, factor que se fue agudizando durante los años posteriores. De este modo, México pasó de ser un destacado país exportador, a volverse estructuralmente dependiente de la importación de combustibles y otros derivados del petróleo.
“Actualmente nuestro país importa casi 80 por ciento de los combustibles que consume. Esta dependencia energética termina por generar un mayor precio que pagan los consumidores mexicanos. El plan es producir más gasolinas en nuestro país, modernizando las seis refinerías del país y construyendo una nueva, para reducir el costo de los combustibles”, detalla un comunicado de la Secretaría de Energía.
La fórmula para dar entrada a trasnacionales o incluso privatizar por completo cualquier sector, no es desconocida: primero se propicia la quiebra y desmantelamiento de las empresas del Estado, para después justificar la llegada de empresas extranjeras. En el caso del sector energético, las beneficiadas fueron Exxon, Chevron y BHP, que gracias a la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto, aprobada en diciembre del 2013, la derecha por fin pudo darles la bienvenida al país.
“Es como si vendiéramos naranjas y compráramos jugo de naranja”, ha explicado metafóricamente el presidente en varias ocasiones.
La decisión de hacer la nueva refinería en las 704 hectáreas de terreno, propiedad federal, del Puerto de Dos Bocas, Tabasco, consiste en que “ahí llegan los ductos de petróleo, la materia prima, proveniente del litoral de Tabasco y de la sonda de Campeche, donde se extrae el 80 por ciento de hidrocarburos en México”, expone por otra parte el anuncio oficial del arranque del proyecto, con fecha del 18 de marzo de 2019.
Asimismo, la construcción tendrá un efecto económico multiplicador para la región y el país, con beneficios adicionales en el desarrollo de bienes, servicios, empleos, procura de materiales, desarrollo de puertos e infraestructura.
“La soberanía energética es un tema de seguridad nacional: ¿cuánto tiempo podemos resistir si nos dejan de vender gasolinas?”, también ha expresado López Obrador.
En términos estrictos de desarrollo y competencia económica a nivel mundial, esta ruta se infiere como la más óptima por el momento, pues China ha marcado la pauta: “disminuyó en 30 por ciento el subsidio a las energías renovables y aumentó, en plena pausa por el coronavirus, en 31 por ciento sus importaciones de petróleo ruso”, refirió Limas, basándose en un artículo de la agencia Reuters.
El economista consideró que las acciones de China implican cuatro lecturas: “1) las energías renovables tendrán que esperar; 2) acumula inventarios porque estima una recuperación del precio; 3) China quiere petróleo real, no barriles de papel; 4) el centro de gravedad geopolítico se aleja cada vez más del petrodólar”.
Por tanto, las diferentes acciones mencionadas del actual gobierno de México blindan de cierta forma al país y lo encaminan hacia una posición fuerte y privilegiada en el juego internacional del petróleo y su especulación de precios, pues, como manifestó Limas con un matiz de agrio realismo acerca del panorama económico internacional: “eventualmente llegará el momento de sustituir al petróleo, pero no en el mediano plazo”.
Con información de Revoluciòn 3.0