La peste negra o muerte negra se refiere a la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a Eurasia en el siglo xiv y que alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero en el siglo xxi las estimaciones de 25 millones de personas solo en Europa, aproximadamente un tercio de la población, se consideran muy optimistas.
Esta ha sido una de las pandemias más mortales en la historia y dejó millones de muertos ya que, al inicio de la enfermedad, no se sabía que la pulga de la rata podía contaminar al ser humano, volviéndose transmisor de la enfermedad.
La peste negra se asoció a la bacteria Yersinia Pestis y causó horror, pues originaba pústulas y ganglios inflamados en los cuerpos de los infectados. Además, el nombre de "bubónica" viene de la inflamación de los bubones, es decir, los nódulos linfáticos en ojos y órganos sexuales. En un nivel avanzado, la enfermedad provocaba necrosis o muerte del tejido corporal.
Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos; rápidamente se acusó a los judíos como los causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos. En consecuencia, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y una extinción local de comunidades judías. Aun cuando líderes espirituales o seculares trataron de impedir esta situación, la falta de autoridad debido a la agitación social, que a su vez era consecuencia de la gravedad de la epidemia, generalmente no les permitía a aquellos tener éxito.
“La peste podía transmitirse de hombre a hombre mediante gotas de saliva, aire infectado y en una forma doblemente más grave porque afectaba rápidamente el pulmón y porque era mucho más contagiosa. La peste se transmitía muy fácilmente durante los velorios que reunían a las familias y a los vecinos alrededor del cadáver”, asegura Anne-Marie Moulin, médica y filósofa, autora del libro "El médico del príncipe".
La peste bubónica tuvo varios brotes. En el siglo VI golpeó en los territorios de la cuenca del Mar Mediterráneo, debilitando considerablemente al Imperio Romano. Siglos más tarde, en la Edad Media, resurgió de nuevo la enfermedad, matando a casi 200 millones de personas en todo el mundo. Solo en Europa mató a un tercio de su población.
Con información de France 24.