Redacción
Desde que comenzó la pandemia por
Covid-19 una de las preguntas era, ¿cuánto tiempo debo permanecer en
confinamiento en caso de dar positivo al virus? La historia de Fiona Lowenstein
es un caso que cualquiera puede vivir:
Durante el fin de semana, la
joven de 26 años comenzó a tener fiebre, luego a toser y, pronto, se quedó sin
aire; le era tan difícil respirar que casi no podía hablar. En el hospital,
resultó positiva de COVID-19. Fue internada y se le suministró oxígeno. A los
dos días, había mejorado lo suficiente como para irse a casa, pero sus síntomas
no terminaron allí.
Comenzó a tener diarrea intensa,
perdió el olfato y el dolor de garganta y la urticaria la acosaban. Lo más
preocupante fue cuando, luego de un mes de sus síntomas iniciales, comenzó a
tener fatiga intensa y graves dolores de cabeza. Lowenstein comenzó a mezclar
las palabras y a luchar por concentrarse; se olvidaba lo que quería decir a
mitad de la oración.
“Sentía como que me había
atropellado un camión”, cuenta. “Había días en los que podía trabajar, pero al
día siguiente tal vez no podía ni levantarme de la cama”.
Los científicos siguen intentado
entender por qué los pacientes de COVID-19 como Lowenstein están teniendo este
tipo de recaídas—a veces semanas o meses después de enfermarse.
Es posible que los pacientes a
largo plazo sigan resistiéndose al virus porque algunos de los coronavirus
pueden quedarse en sus tejidos. Los investigadores están averiguando cuánto
permanece vivo el virus dentro del cuerpo, una situación conocida como
persistencia del virus. Esto puede ser diferente a la excreción viral, el
tiempo que alguien que haya tenido COVID-19 expulsa los fragmentos virales, lo
que puede provocar falsos positivos en pruebas de diagnóstico.
Es importante entender la
persistencia del COVID-19 dado que este conocimiento determina cuánto tiempo la
persona contagia, cuánto tiempo debería permanecer aislada y hasta si es
posible volver a infectarse.
“Persistencia es una palabra
engañosa”, señala Mary Kearney, científica senior que estudia la resistencia a
los medicamentos del VIH en el Centro de Investigación de Cáncer del Instituto
Nacional de Cáncer. Señala que es especialmente engañosa porque los científicos
no saben cómo la persistencia del coronavirus puede variar de acuerdo al
individuo o, incluso, al órgano.
Kearner explica que el
coronavirus tiene un genoma de ARN en vez de ADN. En otras familias de virus
ARN, como la hepatitis C, las infecciones persistentes pueden desencadenar
enfermedades hepáticas o cáncer, incluso décadas después de la infección
original. “Si hay persistencia a largo plazo, puede haber consecuencias a largo
plazo”, menciona. Así que, aunque estos efectos todavía no son evidentes para
COVID-19 dada su novedad, deberían ser investigados.
Persistencia versus reinfección
Los científicos utilizan tres
categorías generales para definir la persistencia. Con las infecciones virales
severas— como el norovirus que produce dolor de estómago— las personas
desarrollan síntomas rápidamente y se recuperan completamente en días. Algunos
invasores pequeños se quedan— entre ellos, el virus de la varicela-zóster que
inicialmente provoca varicela, pero luego se vuelve latente en las neuronas por
el resto de la vida del paciente. Otros, como el poliovirus, se manifiestan de
forma grave en la mayoría de las personas, pero solo persisten en algunas de
ellas, quienes tienen problemas para limpiar al virus de sus cuerpos.
Un factor que complica al COVID-19
es que muchas de las pruebas utilizadas por doctores que hacen el seguimiento
de pacientes— o investigadores que recogen muestras en los interruptores de luz
de los hospitales—usan el método de reacción en cadena de la polimerasa (PCR,
por su sigla en inglés). Esta prueba busca fragmentos genéticos del virus que
son expulsados durante la respiración de las personas o en muestras de heces,
orina u otras secreciones. Una prueba PCR puede decirnos si la persona ha
contraído la enfermedad recientemente, pero no logra distinguir entre el virus
vivo replicándose y los restos virales no infecciosos.
“Aun cuando el virus ya no es
infeccioso, hay un periodo de tiempo en el que todavía se puede detectar su
ARN”, explica Andrew Karaba, miembro del programa de enfermedades infecciosas
de la Universidad Johns Hopkins.
Para buscar virus vivos, los
investigadores deben hacerlos crecer desde muestras en tubos de cultivo celular
o placas de Petri. Eso no es simple; los hisopados nasales pueden secarse
demasiado, o pueden dejar escapar alguna célula infectada. En otros casos, la
muestra puede no retener suficientes partículas de virus para el crecimiento.
Además, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados
Unidos recomiendan que el virus SARS-CoV-2 sea aislado y estudiado en
laboratorios seguros con un nivel de bioseguridad 3 o mayor.
A pesar de que la cantidad de
estudios de virus vivos de SARS-CoV-2 ha sido limitada, algunos han brindado
pruebas sobre cuánto dura el virus. Un estudio en Alemania observó nueve casos
moderados y halló que los virus vivos no podrían crecer de hisopados de garganta
o muestras de esputo ocho días después de que los síntomas aparecieran. El
trabajo también descubrió que las personas emiten altas cantidades de ARN viral
durante los primeros días de infección.
Otro estudio en Nature separó el
virus vivo de nueve pacientes de COVID-19 durante la primera semana de
síntomas. Uno tenía virus que podía cultivarse luego de nueve días; los
investigadores también encontraron fragmentos de ARN viral en varias muestras
luego de 31 días. Un tercer estudio hecho a 89 residentes de un hogar de
ancianos, publicado el 28 de mayo en New England Journal of Medicine, también
halló que los pacientes podían esparcir el virus vivo por hasta nueve días.
Resurgimiento
Calcular la verdadera ventana de
la persistencia viral ayudará a resolver si las personas se están infectando
nuevamente con COVID-19, si desarrollan una inmunidad duradera— y, en última
instancia, cuánto tiempo tienen que estar aisladas las personas enfermas.
Hasta ahora, para los casos en
los que parece haber síntomas duraderos, la reinfección no parece ser la
explicación. Recientemente, los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades de Corea del Sur han localizado los contactos de 285 pacientes que
han vuelto a dar positivo luego de un resultado negativo de PCR.
El estudio no halló evidencia
alguna de que alguno de los pacientes pudiera transmitir el virus a otros, o
que se hayan infectado nuevamente por los contactos a su alrededor.
“Usualmente, cuando las personas
se recuperan de alguna infección viral severa, su respuesta inmunológica mata
las células afectadas para eliminar el virus”, explica Diane Griffin, viróloga
de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. Sin
embargo, cuando los virus infectan células de larga vida, como las neuronas, el
sistema inmune no puede darse el lujo de destruirlas. Eso significa que “no te
deshaces de todo el genoma del virus”, señala; por el contrario, el virus puede
esconderse en algunas partes del cuerpo por largos períodos.
Con información de National
Geographic