Redacción
En plenos festejos por el mes de
la diversidad sexual en el mundo, aún hay casos de discriminación en México que
ponen en alerta a las autoridades, organizaciones civiles y ciudadanos en
general, pues atentan contra los derechos de cualquier mexicano.
Tal es el caso de Daniela Muñoz
Jiménez, quien apenas recibió su último documento que acreditaba si identidad femenina,
su pasaporte, y tras un periodo largo de transición de hombre a mujer en 2017,
fue despedida de su trabajo.
“Me alegra muchísimo compartir
con todes que hoy recibí este regalo. El último documento que faltaba… Mi
pasaporte. Finalmente, mi identidad como mujer existe y resiste a ojos de otros
países! El mejor día para este regalo! #lgbtqpride” escribió en su perfil de
Facebook.
La felicidad que implicaba la
culminación de tres años de cambios físicos y legales se vio opacada tres días
después cuando recibió una llamada por parte de su jefa, Haidé Negretti
Rodríguez, coordinadora del Centro de Impulso y Vida Estudiantil (CIVE) de la
Universidad La Salle, quien le notificó
que ya no era requerida como docente para el ciclo escolar por iniciar en
agosto próximo. Era el último día del “mes del orgullo” por la diversidad.
El argumento, según cuenta en
entrevista, fue que solo tenía una clase y al haberse reducido la matrícula de
alumnos a causa de la pandemia, la institución había decidido “eliminar” a los
maestros que menos clases tenían.
No siempre fue así. Hace cinco
años, cuando fue contratada por primera vez tenía al menos cuatro grupos a su
cargo, daba dos talleres e impartía seminarios.
“Todo iba muy bien siendo Daniel, teniendo la imagen y la identidad de
hombre”.
Sin embargo, dice, decidió transicionar
dos años después de haber ingresado a la planta docente, y todo cambió.
Un día, cuenta, en la entrada del
campus Benjamín Franklin se le acercó “el hermano actual en curso de la
Universidad La Salle”, es decir, el rector Enrique Alejandro González Álvarez,
y le dijo que no le gustaba su imagen.
“Me dijo que esa no era la imagen
de un doctor. Mi imagen de recién transicionada, a eso se refería.
“Yo le contesté, apelando y
abogando por los derechos de la diversidad en general, que solamente yo decidía
mi identidad y mi apariencia y que nadie más podía ni tenía derecho a decirme
cómo verme y quién ser”.
Relegada
A partir de ese incidente, relata
Daniela –quien es médico general y cuenta con una maestría en Filosofía Social
por la Universidad La Salle– empezaron a quitarle grupos o darle los que tenían
menos alumnos hasta que finalmente un semestre ya no le dieron grupos, tampoco
le dijeron que había sido despedida y no le dieron liquidación alguna.
“Reuní pruebas, mensajes,
correos, audios, WhatsApps… donde les demostraba que el haberme despedido fue
un hecho franco de discriminación”.
Luego se dirigió al área de
Capital Humano, donde 15 minutos después de una charla le dijeron que ya tenía
grupos y le pidieron “de favor” que tomara eso como “un malentendido” y
olvidara lo de la discriminación.
“Por amor a mi casa de estudios
lo hice, olvidé todo, pero ahora entiendo que hice mal”, lamenta Daniela, cuya
formación académica trascurrió desde el kínder en escuelas Lasallistas.
La profesora decidió interponer
una denuncia ante la Conapred y la Copred pero su intento no tuvo eco porque no
hubo cambio alguno. Siguió sufriendo discriminación en su alma mater de
diversas maneras, pero la que más le afectó fue que solamente le daban un grupo
y con pocos alumnos.
La finalidad, dice, era
“ocultarme, invisibilizarme, por órdenes directas del rector”, el Doctor
Enrique Alejandro González Álvarez. Eso fue lo que le confesaron sus jefas
directas, Haidé Negretti y Rocío Martínez.
“Me acerqué con ellas un día y
les pregunté por qué seguían discriminándome, ocultándome, invisibilizándome y
me dijeron que teníamos que ir poco a poco y que no podían mostrar mi imagen
tan rápido, que no era lo indicado”.
Momentos después, cuenta, le
confesaron que estaban amenazadas: “Si no me invisibilizaban si no me
ocultaban, la consecuencia era que iban a correrlas a una de la dos o a las
dos, entonces por miedo a perder su empleo seguían órdenes”.
La pandemia, un pretexto
Finalmente, el martes pasado
Haidé Negretti le llamó para informarle que ya no era requerida en la
Universidad y que estaba despedida. Ello a pesar de que la Universidad informó
por sus medios oficiales que ningún docente sería despedido durante la
pandemia.
El argumento que le dieron fue,
justamente, que solo tenía un grupo y la disminución de la matrícula
estudiantil consecuencia de la crisis económica generada por la pandemia.
Para ella solo fue el pretexto
ideal para despedirla por su condición de mujer transgénero y aprovechando el
flaqueo que tuvo la Conapred tras la polémica que desató la invitación del
youtuber Chumel Torres a un foro sobre discriminación, cuya participación
generó el enojo de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, y derivó
en la renuncia de la directora del organismo, Mónica Maccise.
Daniela señala que la Universidad
La Salle debe comprobar y transparentar la información sobre la disminución de
la matrícula estudiantil y si fue tan significativa para hacer despidos en la
planta docente, cuántos y por qué razones.
Enfatiza en el último punto
porque, dice, la calificación docente que ha recibido por parte de sus alumnos
“es maravillosa” y desde la noticia de su despido le han dado ánimos y fuerzas
para seguir resistiendo. A ello se suma que nunca ha tenido una sola falta
administrativa.
Su caso, según dice, no es el
único pero ella es la primera que se ha atrevido a hacer público su caso. Daniela
enfoca su crítica en el rector Enrique Alejandro González Álvarez pues, afirma,
entre la comunidad Lasallista sí existe solidaridad, fraternidad y respeto a la
diversidad.
Comité de Igualdad, simulación
Es él, sostiene, quien ha
mancillado al grupo de la diversidad que existe en la Universidad a pesar del
recién creado Comité Estudiantil para la Igualdad de Género y su símil
conformado por personal administrativo encabezado, casualmente, por Haidé
Negretti. Para ella ambos comités son solo una simulación para calmar “ímpetus
activistas”.
– ¿Haría alguna petición a la
Universidad y en particular al rector?—se le pregunta.
Sin dudar, Daniela dice que el
rector debe renunciar por dos razones: por toda la injusticia que ha provocado
a la diversidad y porque justo en junio concluyó su tercer periodo de tres años
a que tiene derecho. Extraoficialmente, comenta, se extendió el periodo del
rector un año más debido a la contingencia.
Por lo pronto alumnos de la
Universidad han iniciado una campaña en redes sociales para denunciar la
transfobia que existe al interior de la institución y la protesta ha recibido
el respaldo de otros colectivos, entre ellos el de Las Brujas del Mar que
convocó al paro nacional de mujeres en marzo pasado.
Con información de Proceso