Las principales recomendaciones en todos los países para frenar los contagios por COVID-19 han sido el uso de mascarillas, el continuo lavado de manos y su desinfección y la distancia social, para lo cual, no sólo la mayoría de negocios fueron cerrados inicialmente, sino que se cancelaron todo tipo de eventos multitudinarios tales como conciertos, campeonatos, y todo tipo de espectáculos o competiciones deportivas.
Poco a poco, la vida social, profesional y los eventos se van reactivando pero con muchas restricciones, como por ejemplo sucede con el Gran Premio de México de la F1, una competición que aún se debate si deba contar con espectadores de manera física. Del mismo modo que sucede con este evento se replica la cuestión en partidos de fútbol, baloncesto, tenis y demás. En realidad, los deportistas pueden seguir desarrollando su labor y clasificarse como cualquier otro año, pero lo cierto es que los eventos deportivos se han convertido en un negocio bastante lucrativo gracias a la venta de entradas y abonos, los productos que estos espectadores compran y el gasto que generan en general desde que deciden acudir hasta que regresan a casa.
Afortunadamente es posible seguir el desarrollo de estos eventos a través de la televisión o internet, y estos negocios relacionados pueden seguir adelante mientras la ficción se empapa del espíritu competitivo, pero ¿es todo tan sencillo? Parece ser que para los propios deportistas, el hecho de jugar sus partidos o competir sin público cercano supone en sí una diferencia significativa. El calor y el ánimo, el entusiasmo ante la victoria y las palabras de aliento cuando se ve cercana la derrota, se echan mucho de menos, por lo que algunos incluso están perdiendo la motivación y bajando su rendimiento en estadios y pistas. Mirar el graderío y encontrarlo vacío es muy duro, es demasiado diferente. Vemos aquí un caso en el que la distancia social se convierte en distancia emocional.
Se están probando medidas paliativas como retransmitir por megafonía sonidos de ambiente tales como ovaciones, gritos y golpes pare recuperar de alguna manera la sensación de compañía para los deportistas, de la misma manera que, en las retransmisiones televisivas, se puede acompañar la imagen con sonidos de este tipo. El oído no es el único órgano que necesita estímulos sensoriales; en algunos países se están colocando cartones con forma de espectadores, maniquiés y otros elementos visuales, a fin de cuentas, en deportes como la Fórmula 1 casi no se puede escuchar más allá de los motores, pero mirar más allá y ver gente (o lo que parece gente) puede resultar verdaderamente tranquilizador.
Por otra parte, más allá del ámbito deportivo la adaptación ha sido posible de otro modo. Los artistas que han hecho conciertos en directo a través de internet, en redes sociales como Facebook, Instagram o Twitch, han podido sentir a su público cerca gracias a los comentarios en directo. Tal vez incluso el espectador se ha sentido más cerca de su artista favorito de este modo. Sin embargo, la euforia de los festivales es algo que tardaremos tiempo en recuperar.